El Consejero, ese pequeño núcleo de población a solo 5 kilómetros de Lorca, no solo guarda la memoria de un importante capítulo de la historia local. Este lugar, situado en las estribaciones de la Sierra de la Torrecilla y a orillas del río Guadalentín, debe su nombre a Don Antonio Robles Vives.
Este lugar tiene una historia muy interesante que se remonta al siglo XVIII, cuando Don Antonio Robles Vives fue enviado por el rey Carlos III como Consejero Comisionado de las Reales Obras Públicas, para llevar a cabo importantes reformas hidráulicas en Lorca y su comarca, con la construcción de los pantanos de Puentes , Valdeinfierno y la Real Acequia de Alcalá. Su objetivo era cambiar la situación de las tierras y del agua en Lorca, enfrentándose a una realidad complicada y a una oligarquía que controlaba los recursos.
Robles Vives luchaba por cambiar un sistema injusto: el control privado del agua. En aquellos tiempos, la propiedad del agua en Lorca estaba en manos de unos pocos señores conocidos como «los señores del agua».
Estos grandes terratenientes tenían derecho al agua del río Guadalentín para regar sus tierras. Lo que les sobraba, lo subastaban entre los pequeños campesinos, quienes muchas veces apenas tenían lo necesario para poder cultivar sus tierras.
Don Antonio Robles Vives, bajo las órdenes del poder central, quería transformar esta situación. Su intención era quitarle a estos señores el control privado del agua y convertirla en una propiedad pública, gestionada por el Estado. Sin embargo, la oligarquía lorquina, que llevaba controlando el agua desde la Edad Media, se opuso firmemente a estas reformas y, por lo tanto, también a Robles Vives, que representaba los intereses de Carlos III.Esta oposición fue intensa, ya que cambiar las reglas del agua significaba afectar los privilegios que estas familias habían disfrutado durante siglos.
Pero la historia de Don Antonio Robles Vives terminó trágicamente. En su testamento, dejó el Salmo 68: «Sálvame, oh Dios, porque las aguas han penetrado en mi alma». Estas palabras resultaron ser premonitorias, ya que el 30 de abril de 1802, el pantano de Puentes, una de las obras hidráulicas en las que había trabajado, se rompió, liberando una gran inundación que arrasó la región. En esa tragedia, Don Antonio perdió la vida junto a otras 608 personas.
El Consejero no solo es un lugar de belleza natural y de luchas históricas, sino también un recordatorio de la fragilidad de la vida y de cómo la naturaleza, a veces, puede marcar el destino de los hombres. La figura de Don Antonio Robles Vives, su lucha por el agua y su trágico final forman parte de la memoria viva de este lugar.