“CASABLANCA”, por Luis Campoy
Arrancamos esta sección, “Películas que tienes que ver”, con la que es, para mi, una de las mejores y más recomendables obras cinematográficas de todos los tiempos: “Casablanca”. “Casablanca” toma su título no de la mansión en la que reside el principal mandatario del que dicen que es el país más poderoso del mundo, Estados Unidos, ni tampoco de cierto estadio ubicado en la madrileña avenida de Concha Espina, sino de la ciudad situada al oeste de Marruecos, que, durante la II Guerra Mundial, pertenecía a la Francia colaboracionista dirigida por el mariscal Pétain pero tenía la suerte de contar con un aeropuerto desde el que se podía volar hacia la libertad… si conseguías algún salvoconducto que te permitiera escapar de las garras de los nazis que oprimían a casi toda Europa. En Casablanca se halla el Café Américain, un establecimiento dirigido por un norteamericano “con pasado”, Rick Blaine (Humphrey Bogart), en el que se bebe, se juega y también se trapichea con las vidas y las ilusiones de los seres humanos que anhelan huir de la locura de la guerra. Todo el mundo va al Café de Rick, incluyendo a Victor Laszlo (Paul Henreid), el líder de la resistencia checoslovaca, que viaja en compañía de su mujer Ilsa Lund (Ingrid Bergman). Años atrás, Rick e Ilsa se habían conocido y enamorado en París, pero ahora las circunstancias son muy diferentes, y los antiguos amantes deberán elegir entre reverdecer las mieles de la pasión y renunciar a su amor con tal de que Victor pueda escapar y continuar con su cruzada en contra del Tercer Reich…
El origen de “Casablanca” fue una humilde obra teatral, “Everybody Comes To Rick’s” cuyos derechos fueron adquiridos por la productora Warner Bros. incluso antes de haberse estrenado. La película comenzó a rodarse en Mayo de 1942 y se proyectó por primera vez en Noviembre de aquel mismo año. Durante el rodaje, el guión no estaba terminado, y se escribía y reescribía sobre la marcha. Aun así, para mi, algunos de sus diálogos son los mejores de la Historia del Cine. Ingrid Bergman no sabía si su personaje estaba enamorado de Rick o de Victor, y el director Michael Curtiz le contestaba: “De los dos”. Con todo, las actuaciones fueron sublimes, y no sólo las de los citados Bogart, Bergman y Henreid, sino también las de Claude Rains (el campechano policía francés Renault), Conrad Veidt (el Mayor Strasser, el principal villano), Peter Lorre (Ugarte, el vendedor de los salvoconductos) o Dooley Wilson (Sam, el pianista de color que ejerce como amigo y confidente de Rick).
“Casablanca” es un drama romántico, sí, pero también es un alegato antibelicista y una oda a la Libertad. Está llena de secuencias míticas, como cuando Ilsa le pide a Sam que toque “El tiempo pasará”, la canción que sonaba durante su romance parisino, o cuando Victor Laszlo ordena a los músicos del Café que toquen La Marsellesa para acallar los cánticos nazis de los oficiales de Strasser. ¿Y qué decir de sus inolvidables diálogos? “¿Qué hiciste anoche?” “Hace tanto tiempo que no me acuerdo” “¿Y qué harás esta noche” “Nunca hago planes con tanta antelación” (Rick a Yvonne) “¿De qué nacionalidad es usted?” “Soy borracho” (Rick a Strasser) “¿Son cañonazos o latidos de mi corazón?” (Ilsa a Rick) “Los nazis iban de gris, y tú de azul” (Rick a Ilsa) “Este es el principio de una hermosa amistad” (Rick a Renault). Como decía la publicidad de una reposición setentera del film: El tiempo pasará… pero nunca pasará para una obra maestra como “Casablanca”.