“EL MAGO DE OZ” por Luis Campoy

13 de noviembre de 2024 ,

Desde su estreno en 1937, “Blancanieves” de Walt Disney presumía de ser la película más taquillera de la Historia. Como continuación de aquel éxito, Disney estaba intentando adquirir los derechos del popular libro infantil “El mago de Oz” de L. Frank Baum con vistas a realizar una versión también animada. Sin embargo, los ejecutivos de Metro-Goldwyn-Mayer, ansiosos por arrebatar a la Factoría del Ratón la posibilidad de otro taquillazo, adquirieron más rápido y más caros los derechos del cuento de Baum, iniciándose así la gestación de uno de los films más queridos de todos los tiempos…
La pequeña huerfanita Dorothy (“Dorita” en la versión española) vive una existencia gris en compañía de sus tíos en una granja de Kansas, pero un tornado la arrastra a un mundo fantástico y multicolor: el País de Oz. Una vez allí, Dorothy se verá inmersa en una batalla entre dos brujas rivales, hasta que averigua que la única manera de regresar a su hogar es siguiendo el camino de baldosas amarillas que la llevará hasta la Ciudad Esmeralda, la capital del reino. Durante el trayecto, se hará amiga de un Espantapájaros necesitado de un cerebro, un Hombre de Hojalata que anhela un corazón y un León ansioso por conocer el valor. Los cuatro juntos irán al encuentro del todopoderoso Mago de Oz, con la esperanza de que satisfaga todas sus necesidades…
El nada disimulado intento de M-G-M por superar los éxitos de Disney les había llevado a exprimirse los sesos hasta encontrar un cuento de popularidad similar a “Blancanieves y los Siete Enanitos” en el que pudieran replicarse los mismos ingredientes: una heroína huérfana, una bruja malvada, personas de baja estatura, animales a los que se les atribuyen propiedades humanas y la posibilidad de incluir pegadizas canciones. Para interpretar a la protagonista de “El Mago de Oz”, la favorita del Estudio era Shirley Temple, pero la Dorothy ideal estaba desde hacía años en la nómina de Metro-Goldwyn-Mayer: Judy Garland. A Garland no se la había considerado en principio porque parecía “poco atractiva” y demasiado mayor para el papel (tenía 16 años en el momento de iniciarse el rodaje), aunque sus dotes para el drama y su sorprendente voz acabaron por convencer al presidente de la compañía, el todopoderoso Louis B. Mayer, quien ordenó que se sometiera a la pobre Judy a un estricto control para asegurarse de que no ganaba peso durante la filmación, suministrándosele anfetaminas para permanecer despierta durante el día y barbitúricos para asegurarse de que dormía durante la noche. El resto del reparto lo conformaron Ray Bolger como el Espantapájaros, Jack Haley como el Hombre de Hojalata y Bert Lahr como el León Cobarde, en tanto que Margaret Hamilton daría vida a Elphaba, la Bruja Mala del Oeste, y Billie Burke a Glinda, la Bruja Buena del Norte, recayendo el papel del Mago en Frank Morgan. Como director quedó acreditado Victor Fleming (“Lo que el viento se llevó”), aunque también filmaron diversas secuencias George Cukor, Richard Thorpe o King Vidor. Las popularísimas canciones fueron compuestas por Harold Arlen (música) y E. Y. “Yip” Harburg (letra), destacando por encima de todas la inmortal “Over The Rainbow” (“Sobre el arco iris”).
A pesar de que en España siempre se ha mantenido el doblaje realizado en los años cuarenta del siglo pasado (el cual no da sensación, precisamente, de modernidad), “El mago de Oz” ha envejecido muy dignamente. Su capacidad de fascinación sigue intacta, con esa gran idea de reflejar la existencia cotidiana de Dorothy en blanco y negro, para luego abrirse a una amalgama de fantasía multicolor en el momento en que la acción se traslada al mágico mundo de Oz. Los diseños de los edificios de este país de las maravillas mantienen, todavía hoy, un halo futurista, lo cual contrasta con esa moraleja tan evidente de que lo realmente valioso se encuentra construido sobre el sustrato de nuestro corazón: “Se está mejor en casa que en ningún sitio”, dice Dorothy mientras entrechoca sus zapatos o “chapines” rojos, sabiendo que, con ello, se esfumará la magia pero, en adelante, tendrá a su alcance la posibilidad de hacer de lo cotidiano una fantasía digna de ser vivida.

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