ELIODORO PUCHE. Poeta de la melancolía y la modernidad.

31 de julio de 2024

Abogado, poeta, periodista y bohemio, nació el 5 de abril de 1885 en Lorca en el seno de una familia de clase media acomodada, y fallecido el 13 de junio de 1964 en la misma ciudad.
Es una figura importante en la poesía española del siglo XX. Su obra se caracteriza por una profunda introspección en la condición humana y una exploración de temas universales como el paso del tiempo, la muerte y la naturaleza efímera de la vida.
Puche se trasladó a Madrid en 1916, donde llevará una vida bohemia y asistirá a diferentes tertulias literarias donde hará amistad con escritores de la Generación del 98. Puche compartió sensibilidades con poetas como Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. Aunque no tan famoso como algunos contemporáneos, su obra ha sido redescubierta y valorada por su contribución única a la literatura. Puche sigue siendo relevante por su profunda exploración de la experiencia humana
En los primeros años de su estancia en la capital, invertirá su patrimonio en la publicación de varios poemarios. Influido por poetas románticos y simbolistas europeos tradujo y muy bien, entre otros a Baudelair y a Verlaine y publicó en diversas revistas del momento.
Regresó a Lorca a finales de la decada de 1920, donde vivió hasta su fallecimiento, hace ahora 60 años.
En la República se hizo cargo de la direccióndel del periódico radical socialista Pueblo y después de República. Terminada la guerra civil estuvo 4 años en la carcel y es aquí dónde escribe la mayor parte de sus versos, que se publicaron recientemente.
Eliodoro Puche, con su poética rica y emotiva, ha iluminado la belleza y la tristeza de la vida. Su obra invita a reflexionar sobre el tiempo y la existencia, dejando un legado perdurable en la poesía española. MariaM.

Ciudades muertas
(Del «Libro de los elogios galantes»)
Flota un dulce reposo
en la ciudad vetusta… El sol de invierno
sobre las torres y los campanarios
deja la nota gualda de su beso.
Sólo se ven por las estrellas calles
enlutadas y clérigos…
En la fragua sombría, del martillo
sobre el yunque se escucha el tintineo.
Un ciprés se recorta
en el azul del cielo,
al elevarse rígido
de las ruinosas tapias del convento.
Un misticismo suave
lo llena todo… Un ciego
salmodia su aprendida melopea
en el atrio del templo.

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