Corrían los años 70 cuando varios jóvenes murcianos se embarcaron en el reto de intentar aprobar las oposiciones al Cuerpo de Registradores de la Propiedad, Mercantiles y de Bienes Muebles. En aquella época, cuando la bicicleta y el caminar eran todavía las formas más habituales de desplazamiento para el español medio, la oposición suponía una verdadera aventura que llevaba a los aspirantes a tener que ingeniárselas para desplazarse fuera de sus ciudades de origen en busca de algún registrador que se ofreciera a prepararlos