Según una corriente clásica, nos atrevemos a decir que la ética marca unos hábitos sobre el control racional de la sociedad dando como consecuencia un equitativo nivel de justicia; siendo así que a finales del siglo XVIII el filósofo Emmanuel Kant publicó un ensayo: “La paz perpetua” en el que afirmaba que los actos humanos deben tener como objetivo el bien común, de tal manera que terminasen regidos por leyes de carácter universal, fenómeno que definió como Imperativo Categórico.
Con el transcurso del tiempo, el pasado siglo veíamos nacer el estado del bienestar, consolidado por una burguesía que originó un sistema laboral económico, donde la presión fiscal cubría múltiples servicios sociales, todo esto sumado a un proceso tecnológico que culminó en la modernidad, no sólo no supo dar una respuesta social, si no que el filósofo Hume la calificó como: “ La falta de ética es capaz de anular cualquier moral humana”; sin embargo será en los años 60-70 cuando una sociedad cada vez más globalizada originó un sistema democrático que se vio eclipsado por entidades financieras asentadas en un capitalismo salvaje que fue marcando las pautas, no solo de la vida social, sino también de la clase política; todo este devenir pone de manifiesto la influencia social que tuvo el imperativo categórico de Kant, sobre todo en una sociedad volátil, compleja y ambigua.
No quiero pasar por alto aquellas palabras que un día pronunciara Adela Cortina Ors, catedrática de Ética de Valencia: “Si no tomamos nota de lo caro que sale la falta de ética en dinero y en dolor, el coste de la moralidad seguirá siendo imparable y aunque suene a tópico, seguiremos pagándolo sobre todo a los más débiles”.
En la actualidad, el lector de este artículo convendrá conmigo que no está en aquella España de sabor a caña que inmortalizara Cecilia, más bien en la “España que da caña”, y si no a las pruebas me remito, el congreso de los diputados y el senado se ha convertido en un circo donde la democracia brilla por su ausencia, destacando la cantidad de improperios y el “Y TU MÁS “.
Hemos pasado de la España de los Bárcenas y los Eres, a los casos de las mascarillas, de Santos Cerdán, señalado por el empresario del caso Koldo, Víctor Aldama; en definitiva, el cuarenta y un congreso federal del P.S.O.E, distinguido por la corrupción y un ambiente enrarecido; sorprende como la oposición le va a la zaga, aprovechando la oportunidad para hacer leña del árbol caído.
Juan Fernández Gómez
Licenciado en Humanidades