Si hubiera hablado por Rosario Segura

16 de junio de 2025

Si hubiera hablado

La “Ceniza en la boca”, de Brenda Navarro, no sé si está basada en hechos reales, pero el relato sobre el suicidio de un joven en Madrid por acoso escolar es fuerte. Sin embargo, esas historias no solo son posibles; están ocurriendo. Están pasando en institutos. Hay casos que conocemos personalmente, y que están relacionados con jóvenes de la Región que han intentado suicidarse tras sufrir acoso escolar y/o agresión sexual en el mismo centro.

jóvenes que no han sido escuchadas y que, a pesar de las señales y las denuncias, el protocolo adecuado no se activa. Existen casos en los que la directiva opta por valorar las agresiones como un caso de acoso escolar, minimizando la gravedad. Mientras tanto, las victimas siguen viendo todos los días a su presunto agresor, desprotegidos totalmente.

Y lo que es peor cuando el maltrato proviene de un docente o una autoridad, el impacto psicológico es tremendo. La víctima no solo se siente indefensa, sino despreciada por el sistema. Ese desprecio, institucional, no se borra con excusas administrativas. Destroza la autoestima y puede, como en el caso de algunos adolescentes, empujarlos al borde del suicidio.

El presidente de Ancebaem (Asociación contra el Bullying) Sr. Valiño, habla de que el 80 % de los centros en Murcia, no activan el protocolo de acoso escolar, incluso cuando existen evidencias. Y es que, por lo visto, según Valiño, activar los protocolos conlleva dejar constancia de cierta mugre y que, en algunos sitios, se elige dejar esconder bajo la alfombra, conformándose con una mediación, para “proteger al centro”.

Lo curioso es que la Consejería del ramo se ufana de haber puesto cuarenta medidas para bienestar emocional… ¡que bárbaro, cuantos recursos! Pero nada de eso sirve si la dirección de los centros y la inspección no se decanta por lo auténticamente importante que es proteger al menor, alumno. En Murcia, el acoso escolar parece seguir siendo tabú, y esto conlleva un gran peligro al discente.

A veces, en casos palmarios de acoso o agresión sexual, se salda el asunto con el cambio de instituto, pero en las “cabecicas” de las víctimas, aunque estén en terapia, siguen con la idea de que no son respetados, que tienen que protegerse ella/os en soledad. Y eso, es una condena que nadie debería de soportar.

El sistema educativo falla. Y cuando la única puerta abierta para una víctima es la curativa a través de un centro de salud mental, porque las actuaciones preventivas no terminan de hacerse factibles; algo está roto en la sociedad.

Hay canciones como «Si hubiera hablado», de Ismael Cervera, que intentan sensibilizar en este tema. Pero muchas jóvenes sí que hablan. El problema es que las instituciones las silencian. Y ese silencio, cuando no mata, deja cicatrices que duran toda la vida.